Muy buenos días a todos ustedes, señores ex-seminaristas de hace 40 años.
No sé si será la próxima entrada del otoño, con su caída de la hoja, o es que mi estado de ánimo no es el mejor, pero la verdad es que llevo un mes bastante descolocado. En fin, será cuestión (que eso influye, y mucho), de ponerse las pilas y mirar hacia delante con optimismo y alegría, para poder enfrentarnos al día a día y sus adversidades con predisposición de salir victorioso de esa lucha diaria.
Bueno, pues nada, que después de mi desahogo filosófico-emocional, aquí estoy nuevamente con todos vosotros.
Ya he recibido más material (gracias, Carlos) del día 10 de agosto. Y, como íbamos por ahí, voy a subiros alguna de las fotos que me ha mandado Carlos Álvarez:
Mira que esta última ha traído cola. Me la ha mandado Javier Andrés, Tomás Romera y Carlos Álvarez. Si es que no se puede hacer el indio de pequeñito, y querer emularlo de mayor. Os dejo uno de los montajes que me ha mandado Manuel Arribas (¡no podía ser otro que nuestro amigo Manuel!) a propósito de la misma:
¿Son los mismos o no? Eso sí, Antonio no parece que estuviese muy por la labor de subirse de nuevo al murete de las escaleras. Lo de hacerse la raya del peinado más ancha, ¿es la nueva tendencia de esta temporada o es que os pusisteis de acuerdo todos?
Como podéis comprobar, lo mío escribiendo varía mucho según mi estado de ánimo. Espero que los "brotes verdes" o "las flores de invernadero" influyan favorablemente en el mismo y pueda retomar mis escritos con más alegría y dinamismo.
Sixto, ¡que no me olvido de tí!, ¡que también tengo para tí!
¿Ves qué montaje tan majo te ha hecho Manuel Arribas? Pues eso, hombre, no te pongas celoso que ¡tú también existes!, como Teruel.
Por cierto, si puedo, para el día 12 de octubre me acerco al pueblo de mi madre, Pozaldez (Valladolid), y me traigo algo de Martivillí para degustarlo y recordar cuando iba con mi abuelo paterno a las bodegas del pueblo, cuando estaban pisando la uva, y por el canal oradado en la piedra bajaba el mosto más puro y llenábamos un jarrillo de barro para probarlo. ¡Qué tiempos! En la conversación, durante la comida del 10 de agosto, me hiciste recordar, con tus comentarios, esa niñez que tenía muy aparcada en el fondo de mi consciencia. Ahora mismo, estoy sonriendo recordando esos momentos, junto con los del sabor de unos pirulís muy buenos que vendía una señora de Pozaldez, y mis cabalgadas en el burro que tenía mi abuelo, y que yo llevaba al cercado del silo, muy cerca de la estación, y de algún que otro revolcón que me pegó, por espolearle (sin espuelas) más de la cuenta. Y ¡qué fresquita estaba el agua de los cántaros! No había agua corriente, y la recogíamos en cántaros en la fuente, y mis abuelos tenían en casa, muy cerca de la cocina, unas cantareras horizontales, dónde siempre había, por lo menos, 3 cántaros llenos de agua.
¡Qué recuerdos más gratos!
En fin, que parece que me he alegrado recordando mi niñez por tierras vallisoletanas (mis padres son los dos de la provincia de Valladolid: mi padre es de Valdestillas).
Bueno, campeones. Os dejo. A ver si vamos retomando la participación (a mí me queda mucho material por subir; no lo voy a hacer todo de golpe, pretendo subirlo todos los días, o, como mucho, cada dos).
Por cierto, si alguno tiene todavía pendiente de enviar algún escrito para el eBook, que lo haga lo más rápido posible, pues se lo paso a Ángel Almazán, todo lo que tengo, esta misma semana.
Un abrazo.
José A. Caamaño